Resulta dificil imaginar un único espacio donde se puedan integrar todos los elementos básicos y funcionales para vivir. Resulta incluso más difícil imaginar, que una vez integrado todo el espacio se convierta en un lugar cálido, funcional, acogedor y además elegante. Ese ha sido el resultado de este proyecto en el que el mayor reto resultaba hacer de un espacio pequeño y sin sentido un gran estudio funcional, juvenil y que invitase a vivir en él.

Las claves ha sido simples: mucho blanco, colores neutros para dar calidad y un toque de color para dar vitalidad a todo el conjunto. No cabe duda que el elemento diferenciador es la pared empapelada con un dibujo de espiga en gris y blanco que rompe con la homogeneidad del resto del espacio, a la vez que lo dota de carácter .

Un proyecto, a priori simple, pero que detrás de toda esta simplicidad lleva algún que otro quebradero de cabeza, mucha búsqueda para encontrar las piezas adecuadas y sobretodo mucha ilusión por conseguir un gran resultado.

​