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La chica de las flores

Actualizado: 2 ene 2020


Él era un hombre de las montañas. No bajaba mucho a la ciudad. Allí, en medio de la urbe, se sentía incómodo, perdido. El bullicio de las calles le agobiaba, y nunca sabía a dónde mirar. Sólo existía un rincón en aquella ciudad que le daba algo de paz. Se trataba de una pequeña floristería que había junto a la estación de tren. Allí conseguía evadirse un rato antes de zambullirse de nuevo entre los claxones, las prisas de quienes no quieren parar y las miradas grises de los que corren hacia una meta que no conocen, pero que alguien les dijo una vez que existe.

La dueña de la floristería era una chica atareada. Siempre de un lado para otro, regando sus flores, colocando macetas o haciendo cuentas detrás del mostrador. Atareada pero siempre sonriente, y eso a él le gustaba. De hecho, aquella chica le gustaba. Cuando él entraba, ella levantaba la cabeza, le sonreía primero, y después le saludaba. Se había convertido en su pequeño ritual de bienvenida y a él le encantaba. Pero ahí acababa todo. El se daba una vuelta por la floristería, admiraba alguna flor, y se marchaba. No se atrevía a mirar hacia atrás. No se atrevía a descubrir si ella si quiera se percataba de su ausencia. Si ella, desde el mostrador, le seguía con la mirada. Si ella, también se despedía en silencio, esperando su visita la siguiente semana.

Cada semana, cada vez que bajaba a la ciudad iba determinado a preguntarle, al menos su nombre. Pero según el tren iba llegando a la ciudad, su determinación iba menguando hasta convertirse en una luna nueva, de esa que sabes que está pero no la ves, y sólo deseas que vayan pasando los días para que vuelva a crecer.

Hoy sería distinto. Hoy tenía un compromiso en la ciudad y tenía que comprar un ramo de flores. Era la excusa perfecta para no esconderse detrás de sus miedos. Era la razón que necesitaba para intercambiar algo más allá de su mirada. Hoy intercambiaría su sonido. Hoy averiguaría el nombre de esa chica cuya sonrisa le cautivaba. Hoy dejaría de soñar con la sonrisa de la chica de las flores y soñaría con la voz Ana.


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