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Susana Quintana

En harina

Actualizado: 2 ene 2020


Ahí estaba él. Exactamente a la distancia de ...cinco metros, ochenta y tres centímetros y... treinta años. Si... a tres décadas, justo tres desde aquella niña que lucía la misma preciosa melena morena que ahora medio cubría su exultante rostro de mujer. Contuvo la respiración. Ni el mayor de sus éxitos empresariales ni su traje impecable de Hugo Boss lo sostenían. Había agotado los cinco días que había venido a éste, su pueblo natal, de aire medieval y tan lleno de calles adoquinadas. El mismo en que de bien crío, había liderado a un grupo de gamberros, coordinando lo q él llamaba "el rescate de todas las vacas y los cerdos recluidos de Fontedouro" para después liberarlos por los prados a su libre pastar; el mismo pueblo en el que ante las quejas de los ganaderos, su padre le había castigado y hasta propinado algun azote que si que dolió. Él desde bien chico ya era así... imparable, irrompible... Mucho, hasta que la tenía enfrente... entonces, todo cambiaba. Desde que la conoció, le había emocionado la posibilidad de este preciso instante... Cogió aire, salió del coche y se quedó de pie medio mareado. - ¡Ahora o nunca Roberto!- se dijo con una determinación casi prestada. Abrió la puerta y una mezcla de olor a pan recién hecho y suaves toques de vainilla lo envolvieron. Allí estaba... su soñada y en secreto amada Rosana, de espaldas a él y ajena a su presencia, organizando una estantería y a la vez canturreando una melodía que el no atinaba a reconocer. Ella se giró, recolocó coqueta y dignamente su mandil y le miró a los ojos con abrumador sosiego. A él se le salía el corazón del pecho... "Dime q me llevas esperando una vida Rosana... Dímelo por favor... o sino no me digas, pero haz algo... pestañea un poquito, dame una señal... y yo, yo...me llenaré de valor para decir algo acertado o torpe, ...pero algo - Se susurró para sí Roberto. - Buenos días...¿qué desea?- Y se quedó mirándolo fijamente. Su carrillo lucia un toque de harina. - P... pan- No pudo decir más. - ¿Una barra... Dos...?. - Las ... que... quieras. Ella se sonrió como traviesa y se marchó a la parte de atrás. Volvió al cabo de unos minutos. Él entonces pagó, abrazó contra su pecho las veintidós barras que ella le había dado y salió ...(completamente desconocedor de la nota de "¡por fin Roberto!!!!" que ella le había escrito dentro). Ahora Rosana ya sabía que él la quería- Pensó feliz.

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